Necesidad y determinación
8:33Conozco el caso de un niño de seis años a quien informaron que su madre tenía cáncer, y que moriría irremisiblemente en un lapso de tiempo no mayor de seis meses.
Aquella nefasta noticia engendró en el niño profunda necesidad de recibir ayuda de alguien.
Movido inocentemente por esa necesidad, tomó una determinación: todas las noches, cuando ya todos estaban acostados, aquel niño oró de rodillas, insistente y confiadamente, pidiendo una sola cosa: que no se le muriera su mamá hasta que él no fuera ya un hombre.
Para los especialistas del Medical Center de Nueva York, aquella madre murió, inexplicablemente 14 años después, cuando su hijo tenía ya 20 años de edad.
Este evidente milagro, realizado por el Señor a favor de un niño que oraba con fe, necesidad y determinación, pasó aquí, en República Dominicana. Yo lo sé bien. El niño era yo.
El evangelio de hoy (Mateo 15,21-28) nos relata un episodio parecido. Se trata esta vez de una madre que tiene una hija muy enferma.
La enfermedad de la hija engendró en la madre la profunda necesidad de recibir ayuda de alguien.
Y en su mente angustiada concibió la “inocente” idea de que el Señor podía resolver su problema.
Así que acudió a Él y le pidió que sanara a su hija.
La insistencia y la determinación con que lo hizo aparece claramente narrada en el evangelio de este domingo.
Al igual que en el caso del niño de seis años orando por su madre, en este caso de una madre que ora por su hija, aparecen dos cosas patentemente visibles: profunda necesidad, y una oración con incansable determinación.
Y al igual que en el primer caso, el Señor hizo lo que se le pidió. Incluso, en el caso de la madre pidiendo por su hija, hay una frase de elogio hacia ella:
“Jesús le dijo:
¡Qué grande es tu fe, mujer!
Que se cumpla lo que tú deseas”.
(Mateo 15,28)
La palabra “evangelio” significa “buena noticia”. Pero no es la buena noticia de algo que ya pasó, sino de algo que sigue pasando.
Y seguirá pasando mientras haya personas que, al sentir una profunda necesidad, acudan al Señor con insistencia, determinación y confianza.
LA PREGUNTA DE HOY
¿ES TODA ORACION ATENDIDA POR DIOS?
En los dos casos narrados, tanto del niño orando por su madre, como en el de la madre pidiendo por su hija, ellos estaban orando desde su pequeñez, ya que les era imposible resolver por sí mismos lo que estaban pidiendo. Tenían una profunda necesidad de la ayuda de Dios, puesto que, ante el problema, eran impotentes: no podían hacer nada más.
Y no se cansaron. El Espíritu les concedió a ambos una persistente determinación en su humilde oración.
“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y les abrirán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama le abren” (Mateo 7,7-8).
Y esto es una promesa de amor, porque, aunque sea difícil de imaginar, más grande que el amor de un hijo por su madre o de una madre por su hija, es el amor de Dios por usted.
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