‘Increíble’, pero cierto
7:30Estaba un niñito tratando de levantar una piedra muy pesada, pero no podía moverla. Su padre, habiéndolo observado durante un tiempo, finalmente le preguntó: “¿Estás empleando toda tu fuerza?”. “¡Sí!”, exclamó el niño desesperado.
“No”, dijo calmadamente el padre. “No estás empleado toda tu fuerza. Todavía no me has pedido ayuda a mí”.
El evangelio de este domingo (Mateo 18,15-20) tiene una promesa sorprendente y una revelación impresionante, la cual es, a su vez, lo que da razón a la promesa.
La promesa es esta: “Si aquí en la tierra dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir por algo, estén seguros de que cualquier cosa por la que pidan mi padre del cielo se la dará” (Mateo 18,19).
Y la revelación es esta: “... Pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí, en medio de ellos, estoy yo” (Mateo 18,20).
Cada domingo tratamos de descubrir cuál es la buena noticia que trae el evangelio de ese día.
Pues bien, el de hoy trae una noticia casi increíble, pero cierta. Tan buena es que pocos se han atrevido a creerla.
Nos dice hoy el Señor que si tenemos algún problema con el que no podamos por más que nos esforcemos, no estaremos empleando todas nuestras fuerzas hasta que no le pidamos ayuda al Padre.
Y nos da la fórmula infalible para hacerlo: ponernos de acuerdo con una o más personas, y reunirnos para, juntos, pedirle lo mismo.
Pero lo más sorprendente es la razón que da el Señor por la que esa oración será escuchada: dice que Él estará allí en medio de nosotros.
La promesa y la revelación de hoy son también para usted y para mí. Podemos ponernos de acuerdo con un amigo, y pedirle juntos por nuestras necesidades.
El Señor estará allí, y esa será nuestra garantía. Especialmente para todas nuestras queridas Comunidades Eclesiales, citamos a continuación una pregunta que hicieron a San Juan Crisóstomo, así como su interesante respuesta:
La pregunta de hoy
“¿Es que hay gente tan miserable como para no desear tener a Cristo en medio de ellos?”.
“Si, hijos míos, nosotros mismos le echamos de entre nosotros cuando luchamos los unos contra los otros. Me dirán: ‘Pues si estamos en la misma iglesia bajo un mismo pastor, ¿dónde está la discordia? Sé bien que somos ovejas del mismo pastor. Pero al salir de nuestra reunión de la iglesia, este critica al otro; uno injuria públicamente a otro; uno se encuentra devorado por la envidia… Respeten pues esta mesa santa de la cual comulgamos todos; respeten a Cristo inmolado por todos; respeten el sacrificio que se ofrece sobre este altar en medio de nosotros”.
San Juan Crisóstomo, doctor de la Iglesia. Donde hay amor, ahí está Dios.
Luis García Dubus
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