Mirar para atrás

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Hace mucho tiempo vivía en Tracia un cantor llamado Orfeo. Su canto era tan hermoso que los animales acudían a oírlo. Se dice que también era capaz de acallar una tempestad y apaciguar las olas con sus melodías.

Los dioses le obsequiaron una lira. Orfeo vivía feliz en compañía de su esposa Eurídice.

Un día, Eurídice fue mordida por una serpiente y murió. Orfeo la amaba tanto que decidió bajar a los infiernos y suplicarle a Hades que le devolviera a su esposa.

Al fondo de un precipicio, encontró en una sala a su esposa en compañía de Hades. El dios estaba enfurecido con el intruso que estaba allí sin haber sido llamado por la muerte. Orfeo tomó su lira y expresó su dolor con acordes tan conmovedores que ablandaron el corazón de Hades. Le prometió que dejaría libre a su amada con una condición: Orfeo no debía volver su mirada atrás hasta abandonar los infiernos. Si por temor o amor miraba hacia atrás, la perdería para siempre.

Orfeo, loco de alegría comenzó a caminar. Caminaba y podía oír el de los pasos de su esposa detrás. De repente, pudo ver el sol, faltaba poco. Trató de escuchar pero no se oía nada. Se asustó y angustió. Miró para atrás intuyendo lo peor, pero Eurídice estaba detrás suyo. La tenía del brazo hermes, el guía de las almas. Desapareció junto a mujer para siempre…

Todos los días, muchos hombres y mujeres que tienen el talento de Orfeo, buscan a su Eurídice en alguna parte. Ella puede ser algo bueno o hermoso que ya no está. El pasado. También como este Orfeo, bajamos al infierno a buscar lo que perdimos. Y cuando miramos para atrás, la pérdida es aún más grande.

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