El ser humano es capaz de amar
8:44
Me sorprendió un aguacero y, luego de un buen trecho, pude guarecerme en la casa de un viejo campesino de la sierra. Me llamó la atención lo apacible que lucía su arrugado rostro mientras, absorto, contemplaba el aguacero caer. Después de un rato en silencio exclamó: “El agua es una bendición de Dios”, y luego siguió con su silenciosa observación.
Miré a mi alrededor y pude notar lo verde de los campos y su exuberante belleza, comprobando de inmediato la verdad de lo dicho.
La lluvia me obligó a quedarme un largo rato en compañía de aquel observador y agudo hombre de nuestras montañas, y tuve tiempo de reflexionar:
el agua es un don de la naturaleza, es gratuita, y donde hay agua hay vida. El líquido moja la tierra, la empapa, hace germinar las semillas y provoca el nacimiento y el crecimiento de los frutos. Es un proceso natural que se desarrolla en silencio sin esfuerzo ni violencia.
Con el amor auténtico sucede algo semejante a la lluvia. Es un proceso provocado por Dios, única fuente del verdadero amor. Por más esfuerzo que hagamos los hombres nunca podremos producir el verdadero amor, sólo una caricatura.
Como la lluvia, sin darnos cuenta, el Amor se hace presente y poco a poco moja, empapa, inunda nuestros corazones, y luego, sin esfuerzo ni violencia, se desborda hacia fuera hacia los demás.
El Señor añadió: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Quiere que nos veamos a nosotros mismos como Él nos ve, como sus criaturas, como sus hijos, con los atributos y cualidades que Él quiso regalarnos.
Se trata pues de descubrir la obra de Dios en nosotros, y de aceptarla. Los psicólogos hablan de autoaceptación, de amor a sí mismo.
Al reconocer en nosotros mismos el amor de Dios, se inicia un proceso, y sin esfuerzo ni violencia surge el verdadero amor al prójimo.
El autor francés Louis Marie Parent explica: “Este amor no es producto de la inteligencia ni de la voluntad... surge sin esfuerzo del corazón como la savia de un árbol sin esfuerzo ni violencia...
Dedíquese a descubrir en sí la presencia de un Dios viviente, actuante, amante, que se manifiesta cada vez que se toma conciencia de una u otra de la cualidades positivas de su ser”.
Otro autor, el conocido sacerdote jesuita A, de Mello, de gran sabiduría y espiritualidad, expresa a manera de resumen:
“Tú no puedes poseer amor, es el amor el que te posee a ti”.
¿Amarse a sí mismo es egoísmo?
La respuesta la tiene I. Larrañaga: “La única manera de amar realmente al prójimo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y amándonos serenamente. El hombre es capaz de amar... en la medida en que él mismo sea feliz. Hay que comenzar, pues, por uno mismo”.
Mensaje escrito por:
Marcos Troncoso López-Penha.
La lluvia me obligó a quedarme un largo rato en compañía de aquel observador y agudo hombre de nuestras montañas, y tuve tiempo de reflexionar:
el agua es un don de la naturaleza, es gratuita, y donde hay agua hay vida. El líquido moja la tierra, la empapa, hace germinar las semillas y provoca el nacimiento y el crecimiento de los frutos. Es un proceso natural que se desarrolla en silencio sin esfuerzo ni violencia.
Con el amor auténtico sucede algo semejante a la lluvia. Es un proceso provocado por Dios, única fuente del verdadero amor. Por más esfuerzo que hagamos los hombres nunca podremos producir el verdadero amor, sólo una caricatura.
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El evangelio de este domingo (Mateo 22, 34-40) nos dice que del amor a Dios y del amor al prójimo depende toda la ley. Ahora bien, el amor genuino sólo viene de Dios, tal como lo afirma San Juan. Nos lo regala de manera incondicional, y para recibirlo solo se requiere pedirlo. Dios es amor, y Dios nunca se niega a darse a sí mismo. Como la lluvia, sin darnos cuenta, el Amor se hace presente y poco a poco moja, empapa, inunda nuestros corazones, y luego, sin esfuerzo ni violencia, se desborda hacia fuera hacia los demás.
El Señor añadió: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Quiere que nos veamos a nosotros mismos como Él nos ve, como sus criaturas, como sus hijos, con los atributos y cualidades que Él quiso regalarnos.
Se trata pues de descubrir la obra de Dios en nosotros, y de aceptarla. Los psicólogos hablan de autoaceptación, de amor a sí mismo.
Al reconocer en nosotros mismos el amor de Dios, se inicia un proceso, y sin esfuerzo ni violencia surge el verdadero amor al prójimo.
El autor francés Louis Marie Parent explica: “Este amor no es producto de la inteligencia ni de la voluntad... surge sin esfuerzo del corazón como la savia de un árbol sin esfuerzo ni violencia...
Dedíquese a descubrir en sí la presencia de un Dios viviente, actuante, amante, que se manifiesta cada vez que se toma conciencia de una u otra de la cualidades positivas de su ser”.
Otro autor, el conocido sacerdote jesuita A, de Mello, de gran sabiduría y espiritualidad, expresa a manera de resumen:
“Tú no puedes poseer amor, es el amor el que te posee a ti”.
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La pregunta de hoy:¿Amarse a sí mismo es egoísmo?
La respuesta la tiene I. Larrañaga: “La única manera de amar realmente al prójimo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y amándonos serenamente. El hombre es capaz de amar... en la medida en que él mismo sea feliz. Hay que comenzar, pues, por uno mismo”.
Mensaje escrito por:
Marcos Troncoso López-Penha.
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