Vivir en pareja y seguir a Jesús
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Y Dios creó al hombre para relacionarse entre
sí con la intención suprema de fomentar núcleos de familias, integrando a
ellas sólidos principios de amor, respeto y servicios.
Otorgó también géneros de sexos particularizando el femenino y masculino, impulsándolos a que se unieran para hacerse cocreadores con Él.
Atrayéndose a través de la empatía o química que se desprende de cada individuo. Por tanto hay que decir que existe un elemento particular que atrae por osmosis, y que al emanar libera el líbido que imanta y permite descubrir en su opuesto sensaciones que los incita y estimula a encontrarse, conjugándose en amor pasional y con predominio al amor verdadero y duradero. La característica principal de este sentimiento es que su primer impulso lo acentúa el atractivo físico, cualquier gesto o actitud que manifieste sensualidad, que es el cebo o señuelo para atraerse y enamorarse.
Con anterioridad los juegos que se utilizaban buscando la aceptación a su amor, hacían que el varón se exhibiera con sus dotes de gentil caballero. Recitaba y escribía versos. Cantaba las elegías a su sufrimiento. Organizaba serenatas, y otros argumentos para la conquista que hablaban de su amor. La mujer en cambio, correspondía dejando caer su pañuelo que daba el sí quiero. Exhibía su coquetería con medias sonrisas, y pícaros ojos, creando mística nostalgia y gozo al futuro prometido.
Con este escenario se concluía con un si, o un no rotundo. A todo esto se adiciona la sumisión de la mujer por los patrones culturales que prevalecían en la época; haciendo que la relación se mantuviera por años, aún esta fuera traumática. Porque luego de las estampas de amor vividas, el compañero(a) sacaba de su interior todas las patologías y disfunciones que se acentuaban por demás como un carácter que se hacía intolerable por el desconocimiento de los modelos de conductas adecuados a una armónica convivencia Hoy día el amor se ha desnaturalizado.
La relación de pareja se convierte en antagónica, en un hogar marcado con abusos y maltratos que corrompen la esencia de familia.
Y como “terapia a su sexualidad” se concurre a fantasías con fijaciones de pornografías. Y lo que es peor, ya no se espera por el si te quiero, de inmediato se debe llegar a la intimidad para demostrarlo de manera implícita. Los valores que adornaban con atrayentes maneras se han relegado con el manejo y disfrute de cosas materiales que no ofrecen felicidad. Todo ello hace inmolar la tranquilidad y el bienestar que se derivan de una armoniosa y sólida relación de pareja. Dando su impronta de ideales en valores humanos y espirituales en los hijos, que en su mayoría imitan la conducta y sentimientos de los padres.
De forma sutil el Maestro Jesús, con su modelo de amor incondicional nos inspira a que nos amemos de manera correcta. Dando reinicio en los núcleos de familias para recuperar los valores perdidos, pudiendo con estos cooperar en su labor de pastor de amor y servicio para toda la humanidad.
Otorgó también géneros de sexos particularizando el femenino y masculino, impulsándolos a que se unieran para hacerse cocreadores con Él.
Atrayéndose a través de la empatía o química que se desprende de cada individuo. Por tanto hay que decir que existe un elemento particular que atrae por osmosis, y que al emanar libera el líbido que imanta y permite descubrir en su opuesto sensaciones que los incita y estimula a encontrarse, conjugándose en amor pasional y con predominio al amor verdadero y duradero. La característica principal de este sentimiento es que su primer impulso lo acentúa el atractivo físico, cualquier gesto o actitud que manifieste sensualidad, que es el cebo o señuelo para atraerse y enamorarse.
Con anterioridad los juegos que se utilizaban buscando la aceptación a su amor, hacían que el varón se exhibiera con sus dotes de gentil caballero. Recitaba y escribía versos. Cantaba las elegías a su sufrimiento. Organizaba serenatas, y otros argumentos para la conquista que hablaban de su amor. La mujer en cambio, correspondía dejando caer su pañuelo que daba el sí quiero. Exhibía su coquetería con medias sonrisas, y pícaros ojos, creando mística nostalgia y gozo al futuro prometido.
Con este escenario se concluía con un si, o un no rotundo. A todo esto se adiciona la sumisión de la mujer por los patrones culturales que prevalecían en la época; haciendo que la relación se mantuviera por años, aún esta fuera traumática. Porque luego de las estampas de amor vividas, el compañero(a) sacaba de su interior todas las patologías y disfunciones que se acentuaban por demás como un carácter que se hacía intolerable por el desconocimiento de los modelos de conductas adecuados a una armónica convivencia Hoy día el amor se ha desnaturalizado.
La relación de pareja se convierte en antagónica, en un hogar marcado con abusos y maltratos que corrompen la esencia de familia.
Y como “terapia a su sexualidad” se concurre a fantasías con fijaciones de pornografías. Y lo que es peor, ya no se espera por el si te quiero, de inmediato se debe llegar a la intimidad para demostrarlo de manera implícita. Los valores que adornaban con atrayentes maneras se han relegado con el manejo y disfrute de cosas materiales que no ofrecen felicidad. Todo ello hace inmolar la tranquilidad y el bienestar que se derivan de una armoniosa y sólida relación de pareja. Dando su impronta de ideales en valores humanos y espirituales en los hijos, que en su mayoría imitan la conducta y sentimientos de los padres.
De forma sutil el Maestro Jesús, con su modelo de amor incondicional nos inspira a que nos amemos de manera correcta. Dando reinicio en los núcleos de familias para recuperar los valores perdidos, pudiendo con estos cooperar en su labor de pastor de amor y servicio para toda la humanidad.
Lesbia Gómez Suero
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