La necesidad de un Dios

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Durante el reinado de Acab, Israel había llegado a tal grado de paganismo que, aparentemente, no había forma de detenerlo. Le pareció al profeta Elías que estaba luchando solo y contra lo imposible. Luchaba contra el rey, la reina y la indiferencia del pueblo. Mientras tanto, una terrible sequía estaba azotando al país justamente por causa de los pecados de la nación. Después de permanecer escondido durante tres años y seis meses, Elías se presentó ante el rey. Enseguida se entabló entre ellos una breve discusión con mutuas acusaciones. Acto seguido Elías desafió al rey a que reuniese en el monte Carmelo a los 450 profetas de Baal, y a los 400 profetas de los bosques, y al pueblo.

El rey hizo cumplir la indicación del profeta. Entonces, Elías, dirigiéndose al pueblo, protestó diciendo: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él". Y a continuación lanzó el siguiente desafío: Que los falsos profetas escogieran un buey, lo mataran y lo pusieran sobre el altar, y que luego invocaran a Baal, para que les enviase fuego que consumiese el sacrificio. Si fracasaban, entonces Elías imploraría a Jehová para que mandara fuego sobre su sacrificio. El bando que triunfara demostraría que su Dios era el verdadero.

El desafío fue aceptado. Los profetas de Baal pusieron sobre el altar un buey sacrificado y desde la mañana hasta el mediodía clamaron a Baal por el fuego milagroso. Según su costumbre, saltaban, clamaban a grandes voces y se sajaban con cuchillos y con lancetas hasta que les chorreaba la sangre. Resultado: Un rotundo fracaso. Mientras tanto, Elías se burlaba de ellos diciendo: "Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún empeño, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle".

Los rabinos estudiosos dicen que entras estas burlas sarcásticas, la frase "o tiene algún empeño" en el original hebreo da la idea de que Baal estaría ocupado en el cumplimiento de una necesidad corporal impostergable.

Aunque en mi imaginación he formado la idea de que Elías era un hombre serio, solemne y grave, estas palabras suyas nos muestran que no le faltaba la chispa del buen humor.

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