Un minuto con Dios

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Si amar es servir, analiza prudentemente que po­drías caer en un error: que quisieras ser amado, por­que anhelas ser servido; y anhelar ser servido ya no es amar, sino que muy fácilmente se confunde con el egoísmo.

Amor y egoísmo son dos realidades tan distintas y aun opuestas y, sin embargo, tan fáciles de entremez­clarse, degenerando el amor en egoísmo, carcomiendo el egoísmo los fundamentos del auténtico amor.

¿Amas o deseas ser amado? ¿Amas para ser amado? ¿O eres amado porque primeramente amaste tú y te han respondido amor con amor?

Te quejas de que no eres amado, que no eres acep­tado, que no tienes ambiente, que no resultas simpá­tico; ¿no será porque tú no das pie a ser comprendido, aceptado, deseado, amado?

Vale la pena que te examines sobre tu amor.

“Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguí’ re dando a conocer, para que el amor con que Tú me has amado, esté en ellos y yo en ellos” (Jn, 17, 26).

El amor de Dios no es egoísta; tampoco debe serlo el nuestro.

El amor de Dios es oblativo, es decir, se en­trega por nosotros y se entrega a nosotros; así debe ser nuestro amor a Dios y al prójimo.

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