Un minuto con Dios

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Se oyen con frecuencia palabras, críticas de los demás, de personas que nosotros conocemos y aun quizá apreciamos; no será prudente que luego vayamos nosotros a hacerles conocer lo que se haya dicho de ellos en sentido desfavorable y menos aún que se lo comentemos y agrandemos, para congraciarnos con ellos.

Nunca digamos a otro lo que suponemos que le va a disgustar; a no ser que veamos de un modo cierto que les hará bien o les será de provecho; pero en ese caso deberemos usar de un tacto y una finura exquisita, a fin de aminorar el impacto de desagrado y dolor que les pueda producir lo que les decimos.

Tomar como lema de nuestras relaciones con los demás el no decirles nunca nada desagradable: puede constituir un buen plan de vida.

Nunca exijamos a los otros lo que nosotros no hemos sido capaces de conseguir todavía; nunca nos creamos mejores que los demás, pues si bien en algunas cosas quizá lo seamos, ciertamente en otras son ellos muy superiores a nosotros.

“Tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes” (1 Pe, 3, 8).

    “Olvidar pasiones, rencores, vilezas,
    ser fuertes, piadosos, dando bien por mal:
    que ésa es la venganza de las almas fuertes
    que viven poseídas de un alto ideal.”

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