El príncipe pavo
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En un país lejano, un príncipe perdió la razón y creyó que era un pavo. Vivía bajo una mesa completamente desnudo y se alimentaba de granos al igual que cualquier ave.
Rehusaba comer los ricos manjares de palacio y convivir con los demás miembros de la corte.
Su padre el rey estaba afligido, preocupado por la situación de su hijo, hizo traer al reino a los mejores y más afamados especialistas en todos los ramos de la curación: médicos, magos, curanderos, hacedores de milagros, pero todos fracasaron.
El príncipe continuaba graznando, comiendo y viviendo bajo la mesa.
De repente lo veían caminar como pavo a lo largo de los corredores reales.
Un día, un sabio desconocido se presentó ante el rey afirmando que él podía curar al príncipe.
Su propuesta fue aceptada y lo condujeron al sitio donde se encontraba el joven.
Ante la sorpresa de todos, se desvistió, se metió debajo de la mesa junto a él y cloqueó unos minutos.
El joven lo miró azorado, y desconfiado le preguntó:
-¿Quién eres tú? ¿Qué estás estando aquí?
-Mejor dime –dijo el hombre-, ¿qué es lo que tú haces debajo de la mesa?
-¿Cómo me preguntas eso? ¿Qué no lo ves? ¡Soy un pavo!
-¡Ah! ¿Qué no te das cuenta? Yo soy un pavo igual que tú –contestó el sanador.
En ese momento los dos hombres se hicieron amigos y prometieron que jamás se separarían.
Así, aquel desconocido comenzó el trabajo de readaptación del príncipe; su primer paso fue ponerse una camisa. El enfermo, desconcertado le preguntó:
-¿Acaso estás loco? ¿Olvidas quién eres? No me digas que te gusta ser humano.
-Por favor –respondió-, no creas que un pavo se viste como hombre deja de ser pavo.
Ponte una camisa y lo comprobarás.
Al día siguiente hizo traer alimentos de la cocina real y se dispuso a desayunar.
El príncipe, perplejo y molesto, protestó:
-¿Qué estás haciendo desgraciado? ¿Acaso vas a alimentarte y sentarte en la mesa como cualquier hombre?
-Mira, amigo pavo –respondió-, no creas que al comer como hombre, o con ellos y en su misma mesa, un pavo deja de ser lo que es.
Date cuenta que no es peligroso para un pavo comportarse como un humano, puedes entrar a su mundo, hacer todo lo que ellos hacen y permanecer siempre pavo.
El príncipe, convencido por las palabras del extraño, se vistió, y sin protestar fue retomando su vida de príncipe.
Autor desconocido
Rehusaba comer los ricos manjares de palacio y convivir con los demás miembros de la corte.
Su padre el rey estaba afligido, preocupado por la situación de su hijo, hizo traer al reino a los mejores y más afamados especialistas en todos los ramos de la curación: médicos, magos, curanderos, hacedores de milagros, pero todos fracasaron.
El príncipe continuaba graznando, comiendo y viviendo bajo la mesa.
De repente lo veían caminar como pavo a lo largo de los corredores reales.
Un día, un sabio desconocido se presentó ante el rey afirmando que él podía curar al príncipe.
Su propuesta fue aceptada y lo condujeron al sitio donde se encontraba el joven.
Ante la sorpresa de todos, se desvistió, se metió debajo de la mesa junto a él y cloqueó unos minutos.
El joven lo miró azorado, y desconfiado le preguntó:
-¿Quién eres tú? ¿Qué estás estando aquí?
-Mejor dime –dijo el hombre-, ¿qué es lo que tú haces debajo de la mesa?
-¿Cómo me preguntas eso? ¿Qué no lo ves? ¡Soy un pavo!
-¡Ah! ¿Qué no te das cuenta? Yo soy un pavo igual que tú –contestó el sanador.
En ese momento los dos hombres se hicieron amigos y prometieron que jamás se separarían.
Así, aquel desconocido comenzó el trabajo de readaptación del príncipe; su primer paso fue ponerse una camisa. El enfermo, desconcertado le preguntó:
-¿Acaso estás loco? ¿Olvidas quién eres? No me digas que te gusta ser humano.
-Por favor –respondió-, no creas que un pavo se viste como hombre deja de ser pavo.
Ponte una camisa y lo comprobarás.
Al día siguiente hizo traer alimentos de la cocina real y se dispuso a desayunar.
El príncipe, perplejo y molesto, protestó:
-¿Qué estás haciendo desgraciado? ¿Acaso vas a alimentarte y sentarte en la mesa como cualquier hombre?
-Mira, amigo pavo –respondió-, no creas que al comer como hombre, o con ellos y en su misma mesa, un pavo deja de ser lo que es.
Date cuenta que no es peligroso para un pavo comportarse como un humano, puedes entrar a su mundo, hacer todo lo que ellos hacen y permanecer siempre pavo.
El príncipe, convencido por las palabras del extraño, se vistió, y sin protestar fue retomando su vida de príncipe.
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