Un minuto con Dios

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Cuando el astronauta ruso Yuri Gagarin fue interro­gado sobre si había visto a Dios allá en las alturas, res­pondió: “No lo he visto; Dios no existe.”

Algo más tarde subió también a la estratosfera Gordon Cooper y cuando le hicieron la misma pregunta, replicó: “Para ver a Dios no necesito subir a las altu­ras: lo llevo dentro de mí mismo.”

¡Cuantos pretenden encontrar a Dios lejos de sí, cuando lo tienen tan cerca!

Dios sonríe en el juego del niño; Dios gime en el dolor del enfermo; Dios sufre en la miseria del que no tiene pan; Dios muere en el niño desnutrido; Dios huye en el hombre perseguido; Dios alarga la mano en el mendigo; Dios grita en el reclamo de justicia para el pobre obrero explotado.

Dios está en todas partes y en todos; no es preciso ir muy lejos para encontrarlo; basta con que abramos los ojos para poderlo ver.

¡Qué triste sería pasar a su lado, sin reconocerlo!

“La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, con capacidad para conocer y amar a su Creador y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible, para gobernarla y usarla, glo­rificando a Dios” (GS, 12).

Nuestro error está en que pretendemos ver a Dios demasiado lejos de nosotros mismos, o en cosas o acontecimientos raros y lejanos; esforcémonos en verlo en lo que a diario nos sucede.

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