Un minuto con Dios - Dios vive y tiene un plan

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    En la gruta de Belén nació el Salvador del mundo
    y el desierto moribundo se ha convertido en edén.
    Junto al pesebre florido ángeles van a cantar.
    Salió una estrella a alumbrar al Niño recién nacido.
    María, te felicito, porque eres de Dios,
    para abrazar a los dos, corriendo me precipito;
    y así me mezclo al montón de reyes y de pastores
    que al Niño de sus amores todos le traen un don.
    Toma José aquel derroche, tierno incienso, oro amarillo.
    y el tímido corderillo nacido la misma noche.
    Y yo, que a adorarle vengo, a pesar de mi cariño,
    como no soy más que un niño, yo soy pobre y nada
    tengo.
    ¿Qué le daré yo a Jesús? Oh María, Madre mía,
    ¿qué regalarle podría al Dios que me dio la luz?
    Ya sé cuál será mi don, y aunque es pequeño el regalo,
    no ha de ser del todo malo: le traigo mi corazón.

“El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con El” (Le, 2, 40).

Indudablemente que siendo Jesús verdadero Hijo de Dios, en nada podía crecer; pero como además era verdadero hombre, podía ir adquiriendo experiencias humanas, de suerte que, como su organismo se iba desarrollando, su mente también se iba enriqueciendo, “experimentalmente”, con los sucesos diarios.

¿Tú vas creciendo, como El, en sabiduría y gracia?

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