Un minuto con Dios
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Si quieres hacer mucho y piensas que haces poco, es buena señal; si juzgas que haces más de lo que te corresponde, es mala señal; si crees que siempre estás a tiempo para hacer algo más, es buena señal; si piensas que ya pasó tu hora, es mala señal.
Guando te esfuerzas por poner un granito más de la arena de tu colaboración en la acción común, ofreces una buena señal; cuando te retiras prematuramente, pensando que ya hiciste lo suficiente y que ahora le corresponde poner el hombro a los demás, das una mala impresión de ti mismo, ofreces o presentas una triste figura.
No permitas que haga otro lo que tú debes hacer; no tengas inconveniente en que otro haga lo que también tú pudieras hacer; pero no dejes de hacer lo que los otros debieran hacer y no lo hacen, o lo que los otros directamente no pueden hacer.
Si somos un Cuerpo Místico, dependemos unos de otros e influimos unos en otros; ninguno puede prescindir de los otros; todos formamos un racimo.
“El Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 15, 6).
Guando te esfuerzas por poner un granito más de la arena de tu colaboración en la acción común, ofreces una buena señal; cuando te retiras prematuramente, pensando que ya hiciste lo suficiente y que ahora le corresponde poner el hombro a los demás, das una mala impresión de ti mismo, ofreces o presentas una triste figura.
No permitas que haga otro lo que tú debes hacer; no tengas inconveniente en que otro haga lo que también tú pudieras hacer; pero no dejes de hacer lo que los otros debieran hacer y no lo hacen, o lo que los otros directamente no pueden hacer.
Si somos un Cuerpo Místico, dependemos unos de otros e influimos unos en otros; ninguno puede prescindir de los otros; todos formamos un racimo.
“El Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 15, 6).
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