Un minuto con Dios

0:00

Te quejas de que los tuyos no te comprenden: ni los tuyos, ni tus dependientes, ni tus amigos, ni los que te rodean.

Nadie te comprende; eres el gran incomprendido.

Pero quiero preguntarte dos cosas:

1º: ¿Te comprendes a ti mismo? ¿Cómo pretender que los otros hagan en ti lo que tú mismo no alcanzas a hacer?

2º: ¿Qué haces tú para que los demás te compren­dan?

En tu casa, en tu oficina, en tu trabajo, en tu círculo de amigos, ¿qué elementos presentas para que ellos te puedan comprender?

Porque no se puede exi­gir a nadie un imposible; y resulta imposible compren­derte si tú no presentas comprensión, si no te muestras como comprensible.

Domínate a ti mismo antes de pre­tender dominar a los demás.

Es, pues, mucho mejor que te comprendas a ti mis­mo y te presentes comprensible a los demás que que­jarte de no ser comprendido.

A su discípulo Timoteo le advertía San Pablo: “A un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable con todos, pronto a enseñar, sufrido…” (II Tim, 2, 24).

Ser amable con todos: este consejo de Pablo es apto para todos nosotros; entonces como ahora, en tiempos de Timoteo como en nuestro tiempo, la amabilidad capta la benevolencia de todos.

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts