Un minuto con Dios

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Analiza bien las cosas, porque es muy fácil confun­dirlas y sacar conclusiones erróneas.

El bien y el mal son irreconciliables y, sin embargo, con frecuencia se les confunde.

Es malo hacer el mal; es peor hablar mal del que obra el mal; es malo hablar mal de otros; es peor inven­tar los males que se comentan de los otros.

Es malo obrar el bien y ocultarlo por temor; será bueno hacer el bien y mantenerlo sin publicarlo, siempre que pu­ra aparecer ostentación; porque es bueno hacer el bien, pero es malo hacerlo por publicidad.

Así, pues, no hables mal de nada y menos de nadie; habla bien de todo y de todos, aun cuando debas eva­luarlos.

Obra siempre el bien y apártate del mal, pues será bueno apartarse del mal y muy malo no obrar el bien.

Es cosa difícil dominar la lengua; por eso el apóstol Santiago dice que el que logra dominarla es verdade­ramente religioso (Sant, 1, 26).

“Nadie que prefiera palabras inicuas quedara ocul­to, no le pasará por alto la justicia vengadora… el eco de sus palabras llegará hasta el Señor… un oído celoso lo escucha todo, no se le pasa ni el rumor de la murmuración. Guardaos, pues, de murmuraciones in­útiles, preservad vuestra lengua de la maledicencia” (Sab, 1, 8-11).

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