Un minuto con Dios
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Un hombre sin ideal ¡da lástima!
Fracasará en su estudio, en su trabajo, en su acción; el ideal es una ilusión; no tener ideal es no tener ilusión en la vida; y no tener ilusión es estar desilusionado; y por cierto que debe ser cosa muy triste vivir desilusionado.
Pero no basta que cada uno de nosotros tenga un ideal para su vida; es preciso agruparnos, que cada conjunto de personas tenga un ideal común a todos.
De lo contrario, cada uno buscará su ideal personal de un modo aislado y prescindente.
Si cada uno tiene su ideal prescindente del de los demás, será una pieza, pero una pieza que no sabrá cómo encaja con las demás; pasará toda su vida en el estudio y análisis de las piezas sueltas; quizá al término de su vida pueda alcanzar a ver cómo encajaban todas las piezas; es mejor verlo cuanto antes, a fin de gozar de la satisfacción de sentirse útil al conjunto; el aislamiento de las piezas las inutiliza; la trabazón de las mismas las perfecciona.
“Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él; si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo” (I Cor, 12, 26).
El interés de todos es el interés de cada uno y el de cada uno es de todos.
Todos para cada uno, y cada uno para todos; nada humano es ajeno a nosotros; doloroso o gozoso, todo lo que un hombre sufre o goza en cualquier parte del mundo, es algo que nos debe tocar en lo más íntimo.
Fracasará en su estudio, en su trabajo, en su acción; el ideal es una ilusión; no tener ideal es no tener ilusión en la vida; y no tener ilusión es estar desilusionado; y por cierto que debe ser cosa muy triste vivir desilusionado.
Pero no basta que cada uno de nosotros tenga un ideal para su vida; es preciso agruparnos, que cada conjunto de personas tenga un ideal común a todos.
De lo contrario, cada uno buscará su ideal personal de un modo aislado y prescindente.
Si cada uno tiene su ideal prescindente del de los demás, será una pieza, pero una pieza que no sabrá cómo encaja con las demás; pasará toda su vida en el estudio y análisis de las piezas sueltas; quizá al término de su vida pueda alcanzar a ver cómo encajaban todas las piezas; es mejor verlo cuanto antes, a fin de gozar de la satisfacción de sentirse útil al conjunto; el aislamiento de las piezas las inutiliza; la trabazón de las mismas las perfecciona.
“Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él; si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo” (I Cor, 12, 26).
El interés de todos es el interés de cada uno y el de cada uno es de todos.
Todos para cada uno, y cada uno para todos; nada humano es ajeno a nosotros; doloroso o gozoso, todo lo que un hombre sufre o goza en cualquier parte del mundo, es algo que nos debe tocar en lo más íntimo.


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