Un minuto con Dios

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No es tan fácil acertar en la posición o actitud que adoptemos respecto de nuestro prójimo:

— podemos prescindir de él; es una posición sim­plista; pretende solucionar los problemas de un solo corte; el prójimo en su casa y nosotros en la nuestra; esta posición no es solución y aun empeora nuestra posición;

— podemos tener en cuenta al prójimo como si fue­ra un juguete con qué entretenernos; cuando nos sirve para el juego, bien; si no sirve, se deja; hemos caído al abismo del egoísmo y la injusticia;

— podemos tener al prójimo como un peldaño que puede ayudarnos en nuestra escalada de posiciones, que mejore nuestra situación personal, familiar o social; esto ya es repugnantemente injusto;

— podemos y debemos tener al prójimo como un semejante nuestro; lo mismo que nosotros, con dere­chos humanos; lo mismo que nosotros, verdadero hijo de Dios.

“El amor de Cristo nos apremia al pensar que si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para si los que viven, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos” (II Cor, 5, 14-15).

Y si Cristo murió por nuestros hermanos, y nosotros debemos imitar a Cristo, ¿no deberemos también nosotros morir por ellos?

Porque morir por ellos es negarse algún gusto para que ellos se lo den; renunciar a nuestro criterio para seguir el de ellos, etc.

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