Emmanuel
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La bondad y humanidad de Dios se hacen visibles en Jesús.
Dios está más allá de la capacidad de nuestros ojos, de nuestro cerebro y de nuestra imaginación, es demasiado grande para que lo abarque nuestra mente. Pero tenemos un medio de saber cómo es Dios: mirando a Jesús.
Vamos a hacer la composición de lugar. Entremos en el establo y observemos lo que pasa. Vemos a un niño pobre, nacido en lo marginal de un pueblo pobre.
No en Jerusalén, no en el Templo, no en la clase levítica o sacerdotal, no de padres fariseos. Hijo de trabajadores pobres, anunciado a desprestigiados pastores. Su cuna es un pesebre. Nació en una cuadra. La gloria del Señor resplandece en todo este ambiente. Lo que resplandece es la sencillez, la mirada de María y José. Su poder será la compasión que le llevará a curar. Su templo será el corazón del pobre.
Dios está con los que le necesitan. Dios viene para salvar no para oprimir. En la contemplación de la cueva de Belén reconocemos la “señal”. Él ha venido a librarnos de toda religión que infunda temor, por eso el Dios de Jesús es para nosotros: “buena y alegre noticia” “nos ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.
La Navidad consiste en vivir una experiencia interior humilde ante Dios. Las grandes o pequeñas experiencias de la vida son un regalo, pero, de ordinario, sólo las viven quienes están dispuestos a recibirlas. Hay que prepararse por dentro, este es el reto que nos lanzaba el tiempo de Adviento.
Emmanuel significa “Dios con nosotros”. Abandonémonos a este Misterio con confianza. Si nos abrimos a él, lo sentiremos cercano y amigo. Ese “Dios con nosotros” está sosteniendo nuestra fragilidad, nos hace vivir en otra onda, se hace cómplice...
Jesús no es como las personas que nos quieren desde fuera. Dios está en nuestro mismo ser: “Esta experiencia del corazón es la única con la que podemos comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre”. (Karl Rahner, s.j.) Ya nunca estaremos solos.
Dios está contigo, conmigo y con todos, de cualquier raza, pueblo o nación.
Desde esta certeza podemos celebrar la Navidad, disfrutarla, gozando con los cercanos y siendo más generosos con los que sufren y viven marginados. Nuestra alegría procede del corazón que se entrega y ha gustado que Dios está con nosotros.
Entremos en el silencio del establo y pidámosle que Dios nazca de nuevo en nuestro corazón, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones. Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal que te abras a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su bondad nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios. No entenderemos la Navidad si no sabemos hacer silencio, abrir nuestra alma al Misterio de un Dios que sigue viniendo, que acoge nuestra vida” (S. León Magno).
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