Un minuto con Dios

0:00

Vivimos en el mundo del movimiento y del ruido; hoy es imposible detenerse; y sin embargo, quizá por eso mismo estamos obligados a buscar el silencio.

Pero un silencio que no sea tanto externo cuanto interno; un silencio que imponga el ordenamiento de todos nuestros afectos y sentimientos, de nuestros pen­samientos e incluso de nuestros problemas y preocu­paciones.

Silencio, ante actitudes que pueden herirnos, ante palabras no del todo acertadas, ante olvidos que noso­tros no esperábamos.

En esas ocasiones el canto del silencio, en lugar de elevar la estridencia de los gritos, o la amargura de la discusión, será más beneficioso.

Ese canto del silencio solamente lo pueden entonar los hombres que saben dominarse a sí mismos y a las circunstancias en las que deben actuar.

“Más vale sabiduría, que fuerza; pero la sabiduría del pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan; mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios, que los gritos del soberano de los necios” (Ecle, 9, 16-17).

No es, pues, cuestión de hablar mucho, sino de saber hablar lo necesario y lo conveniente; en no pocas oca­siones será el silencio el que mejor toque el corazón.

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts