Un minuto con Dios

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El éxito o el fracaso de cualquier misión espacial puede depender de presionar un botoncito insignifi­cante, o de hacerlo un minuto antes y no en el pre­ciso momento.

Tú eres el botoncito sumamente pequeño en el ma­crocosmos; pero el hecho de que ese macrocosmos de la humanidad se sienta mejor y se perfeccione, puede muy bien depender del microcosmos de tu propia vida.

Si tú fracasas, podrá fracasar toda una legión de hombres que presuponían el éxito tuyo personal; si tú fracasas, habrás privado a toda la comunidad de la fuerza y el vigor que de por sí comunica el éxito.

Pero si el éxito no depende de ti, si fracasas, no por haber retaceado tu empeño, sino por causas ajenas a tu voluntad, no te desalientes; será Dios el que suplirá lo que tú no pudiste poner, lo que no alcanzaste a hacer.

“Poderoso eres, Yahvéh, tu lealtad te circunde… Tuyo es el cielo, tuya también la tierra; el orbe y cuan­to encierra, Tú creaste… Tuyo es el brazo y su bra­vura, poderosa tu mano, sublime tu derecha!” (Salmo 89, 9-14).

¡Cuántos motivos para confiar en Dios! ¡El mayor pecado que puedes cometer es desconfiar del poder y de la bondad de Dios!

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