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Un minuto con Dios

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Son desesperados los esfuerzos que el hombre reali­za para conseguir la felicidad; ¿por qué no llega nunca a alcanzarla de un modo pleno?

Es que un ser no será feliz hasta que no posea aque­llo para lo que fue creada su naturaleza.

El corazón humano ha sido creado solamente para Dios y, en consecuencia, en tanto será feliz en cuanto se acerque a Dios, en cuanto se haga poseer por Dios, en cuanto viva para Dios.

Los pulmones no viven sin oxígeno, los ojos sin luz, la flor sin la caricia del sol, el pájaro sin los dilatados espacios… y el hombre no puede vivir sin Dios.

Dios para él es el oxígeno, la luz, el sol, el espacio, la vida; Dios es la apetencia más urgente de todo su ser.

“Señor, eres justo en todo lo que nos has hecho, todas tus obras son verdad, rectos todos tus caminos, verdad todos tus juicios” (Dan, 3, 27).

Siempre está bien lo que Dios hace; siempre busca El nuestro bien personal, por más que en determinadas ocasiones nosotros no alcancemos a comprender cómo todo eso contribuye o a la gloria del Señor o a nuestro bien personal.

Se im­pone un acto de fe, impulsado por el amor.

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