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Los hijos no esperan.

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Hay un tiempo para anticipar la llegada del bebé, un tiempo para consultar al médico:
Un tiempo para hacer dietas y ejercicios y un tiempo para preparar el ajuar.

Hay un tiempo de maravillarse en los caminos de Dios, sabiendo que este es el destino para el cual Dios nos ha preparado.

Un tiempo para soñar lo que sera este niño cuando crezca.

Un tiempo para pedirle a Dios que nos enseñe a criar al hijo de nuestros sueños.
Un tiempo para preparar nuestras almas para alimentar la suya
Pues muy pronto llega el día en que nacerá,
Porque los hijos no esperan.


Hay un tiempo para alimentarlo durante la noche, para cólicos y biberones.
Un tiempo para ejercer la paciencia y la abnegación.

Un tiempo para mostrarle que su nuevo mundo es un mundo de amor, de bondad y de dependencia.

Hay un tiempo para maravillarnos de lo que é es, ni mascota, ni juguete, sino una persona, un individuo, un ser creado a la imagen de Dios.

Hay un tiempo para reflexionar acerca de nuestra mayordomía. Para saber que no podemos poseerlo.

Que no es nuestro, que hemos sido elegidos para cuidar de él, para amarlo, disfruta de él, edificarlo y responder ante Dios por él.

Hemos resuelto lo máximo a nuestro alcance
Porque los hijos no esperan.


Hay un tiempo para tenerlo entre nuestros brazos y contarle las historias más hermosas que jamás haya oído.

Un tiempo para mostrarle a Dios en la tierra, en el cielo y en la flor, y enseñarle a maravillarse y sentir asombro.

Hay un tiempo para dejar a un lado los platos sucios y llevarlo al parque a columpiarse.
Para correr con él una carrera, hacerle un dibujo, atrapar una mariposa y darle compañerismo lleno de alegría.

Hay un tiempo para señalarle el camino y enseñarle a orar con sus labios de niño. Enseñarle a amar la Palabra de Dios y el día de Dios.
Porque los hijos no esperan



Hay un tiempo para cantar en vez de renegar, sonreír en vez de fruncir el ceño
De secar lágrimas y reírse de los platos rotos.

Un tiempo para compartir con el nuestras mejores actitudes, nuestro amor por la vida.
Nuestro amor por Dios, nuestro amor por los nuestros.

Hay un tiempo para contesta sus preguntas, a todas sus preguntas. Porque quizá vendrá el momento que no querrá escuchar nuestra respuestas.

Hay un tiempo para enseñarle muy pacientemente a obedecer, a poner en su lugar los juguetes.
Hay un tiempo para mostrarle lo hermoso del deber cumplido, de adquirir el hábito de leer la Biblia…de gozarse en la comunión y adoración en medio de los suyos
De conocer la paz que viene por medio de la oración
Porque los hijos no esperan.

Hay un tiempo para verlo partir pacientemente a la escuela y extrañar su manera de estar siempre alrededor nuestro.

De saber que hay otros que atraen su interés, pero de saber que estaremos allí para responder a su llamado cuando vuelva de la escuela. De escuchar con interés sus descripciones de lo acontecido en ese día.

Hay un tiempo para enseñarle a ser independiente, a tener responsabilidad, autodisciplina.
De ser firmes, pero afectuosos, de saber disciplinarlo con amor. Porque pronto llegará el momento de dejarlo partir y de soltar los lazos que los sujetan a nosotros….Porque los hijos no esperan.


Hay un tiempo para atesorar cada instante fugaz de su niñez, solo dieciocho preciosos años para inspirarlo y prepararlo.

¡No vamos a cambiar ese derecho natural por ese plato de lentejas llamado posición social, o reputación profesional, o por un cheque de sueldo.

Una hora de dedicación hoy podrá salvar años de dedicación mañana.
La casa puede esperar, los platos pueden esperar, el carro o la habitación nueva puede esperar…
Pero los hijos no esperan.


Llegará el momento en que ya no habrá puertas que golpean, ni juguetes en la escalera, ni peleas entre ellos, ni marcas en las paredes.
Entonces podremos mirar atrás con gozo y no con pesar.

Será el tiempo de mayores libertades para concentrarnos sin trabas en el servicio a los demás.
Habrá un tiempo para mirar atrás y saber que estos años de ser padres no se desperdiciaron.
Pedimos a Dios que llegue el momento en que podamos ver a nuestros hijos hechos personas integras y rectas, amando a Dios y sirviendo a los demás.


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