María, madre del cielo y de la tierra

0:00

Del panegírico sobre la Dormición, siglo VII
Hacia las nueve de la mañana se oyó un tono fuerte desde el cielo y se esparció un perfume tan suave que todos los allí presentes cayeron presas del sueño, excepto los apóstoles y las tres vírgenes, las que el Señor había concedido permanecer despiertas. (…) Y he aquí que el Señor apareció en las nubes con una multitud innumerable de ángeles. (…) María, abriendo la boca, lo bendijo. (…) Y así hablando terminó su curso, con el rostro sonriente vuelto al Señor. Este, tomando el alma de ella, la depositó en manos de Miguel, luego de haberla envuelto en algo semejante a las pieles, cuyo esplendor es imposible de describir. Nosotros los apóstoles contemplamos el alma de María, que así fue consignada en manos de Miguel. No faltaba ningún miembro humano. (…) No presentaba otra que la semejanza con todo cuerpo, siete veces más fúlgida que el sol.
Panegírico sobre la Dormición, 12
Los apócrifos son escritos florecidos en torno a los textos evangélicos y nutridos de la fantasía popular, de instancias devocionales, de amor espiritual y tal vez, incluso, de degeneraciones teológicas. Es como si tuviésemos entre manos millones de pedazos de un mosaico del cual emergen muchísimas imágenes de María y de su Hijo, algunas de gran sugestión y quizá de alguna considera-, don histórica; otras, deformadas e ilusorias.
Con los extractos apócrifos podemos componer un icono monumental de María, lleno de estupor, de fantasía, de leyenda, pero tal vez también de historia y de fe, siempre de cualquier modo de afecto y admiración por la Madre del Señor.
Son numerosos los textos que narran el misterio de la Asunción de María, coordinados luego en la Leyenda Áurea medieval. He aquí una síntesis de varios eventos por ellos narrados. Un ángel anuncia a María que ha llegado su hora y le ofrece una palma paradisíaca. Llega la noche, la Virgen está sentada con los Apóstoles. Acompañado por un cortejo de ángeles y santos, viene Cristo a recoger a su madre para llevarla al cielo: “Así el alma de María se separó del cuerpo y voló en brazos de su Hijo”. También los Doce siguen sobre las nubes a María y a Cristo mientras Juan recibe de ella la palma. Vueltos a la tierra, celebran el funeral de la Madonna. Juan precede con la palma en mano, al costado del féretro caminan Pedro y Pablo, siguen los otros y los fieles. Pero entre estos se esconden también algunos impíos que querrían robar y quemar los despojos de María. El sumo sacerdote se pone delante para aferrar el féretro y volcarlo, pero sus manos permanecen atadas, mientras que todos los presentes que no creen son enceguecidos. Convertido, el sacerdote implora a María la curación de todos los ciegos pecadores, lo que entonces acontece. Otra variante introduce, en cambio, al ángel Miguel que corta los brazos de un impío deseoso de volcar los restos de María. Convertido, implora a María que lo cure milagrosamente.
Los Apóstoles ponen a María en el sepulcro. Al tercer día aparece nuevamente Cristo, rodeado de legiones celestiales que, bajo la guía de Miguel, vuelven a llevar al cielo el cuerpo y el alma de la Virgen, ahora unidos. Se asiste así, con el coro de ángeles, a la celebración de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma. Tomás, también ausente esta vez, pone en duda el evento. Entonces María le arroja desde el cielo su cintura y Tomás cree.
Sobre esta trama fantástica se tiende el misterio “pascual” de María, verdad profesada por la Iglesia. María sigue, así, a Cristo en la gloría de la resurrección y desde el cielo intercede por la humanidad. Esta última reflexión nos recuerda que María entra en la tradición cristiana no solo con los trazos esenciales y purísimos de los Evangelios canónicos, sino también con elementos inferidos y purificados de la masa de memorias y de creaciones devocionales apócrifas.
ORACIÓN

    Oh, Inmaculada Concepción, Reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y madre llena de amor, a quien Dios quiso confiar todo el orden de la misericordia, henos aquí a tus pies, pobres pecadores.
    Te suplicamos que nos aceptes enteramente, como tu bien y propiedad.
    Obra en nosotros según tu voluntad, en nuestra alma y en nuestro cuerpo, en nuestra vida y en nuestra muerte, y en la eternidad.
    Dispone sobre todo de nosotros como quieras, para que se realice finalmente lo que se ha dicho de ti: la mujer pisará la cabeza de la serpiente.
    Que en tus manos purísimas, tan ricas de misericordia, nos volvamos instrumento de tu amor, a fin de que se extienda el reino del Corazón Divino de Jesús. Amén.

Acto de entrega a María de san Maximiliano María Kolbe

María, madre del cielo y de la tierra, ¡ruega por nosotros!

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts