La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies, que envíe obreros a su mies
(Lucas 10, 2).

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Vine a poner fuego sobre la Tierra, y ¡cuánto deseo que arda ya! (Lucas 12, 49).

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Alzad vuestros ojos y contemplad los campos que ya están dorados para la siega (Juan 4, 35).

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El que siega recibe su salario y recoge el fruto para la vida eterna, para que se alegren juntamente el sembrador y el segador. Pues en esto es verdadero el proverbio de que uno es el que siembra y otro el que siega. Yo os envío a segar lo que no trabajasteis; otros lo trabajaron y vosotros os aprovecháis de su trabajo (Juan 4, 36-38).

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No me elegisteis a Mí, sino Yo a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca
(Juan 15, 16).

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Como me envió el Padre, así os envío Yo (Juan 20, 21).

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Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis (Mateo 10, 8).

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Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que el día del Juicio será más tolerable para Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad (Mateo 10, 14-15).