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Un minuto con Dios

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León Bloy tiene un pensamiento profundo, que dice: “La única tristeza es la de no ser santo”.

Si nosotros tuviéramos que poner en una lista las posibles causas de nuestras tristezas, quizá ni se nos hubiera ocurrido catalogar como causante de nuestra falta de alegría, el hecho de no ser suficientemente buenos.

O, al menos, la hubiéramos puesto en un lugar muy secundario.

Para León Bloy era la primera.

Y si nosotros lo pensamos detenidamente, veremos que no estaba muy desacertado, al escribir esa afir­mación.

No somos buenos, no somos lo suficientemente bue­nos, no somos tan buenos como deberíamos ser, no somos cada vez más buenos y eso es la causa de la mayoría —¿de todas?— de nuestras tristezas, de nues­tros problemas.

“Libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de El todos nues­tros días” (Lc, 1, 74-75).

Santidad y justicia en la pre­sencia de Dios, que ve el fondo del corazón; santidad y justicia, que nos estimula a una mayor perfección, a ser cada día algo mejores.

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