Un minuto con Dios

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No te equivoques: para llegar a ser perfecto, no es preciso hacer cosas llamativas o que estés esperando que te ocurran sucesos de excepción.

Todos los días se te presentan cien y mil ocasiones en las que puedes y debes ser perfecto o al menos esforzarte por serlo.

Toda esa gama de pequeños sucesos están ocultando a Dios, y tú debes tratar de descubrirlo: no sólo en la despedida hacia la tumba de un ser querido sino en la molestia que te ocasiona un apagón de la luz en una hora de intenso trabajo.

En la calumnia que muerde tu reputación y en la pérdida del lápiz que echas de menos en el momento de mayor urgencia.

En la orden recibida de tu superior y en el estridente chirriar de la silla que arrastra un niño.
En la visita del amigo que llega a ti cuando menos podrías desearlo, hasta el bocinazo del coche que pasa frente a tu puerta.

Educa tu pupila para que sea capaz de ver a Dios en todo; créeme, que lo vivirás todo en otra dimensión.

“Vuestra vida está oculta con Cristo en Dios” (Col, 3, 3).

Cristo es el que da la savia a nuestra vida; sin esa savia nuestra vida está muerta y esta situación paradojal, de una vida-muerta, es tristemente real; ¡cuántas veces se cumple lo del poeta: “Los muertos que caminan”!

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