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Un minuto con Dios

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No te contentes con cumplir con tu deber; eso es mucho, pero no es todo; y tú no debes quedar satis­fecho sino con el todo.

Cumple tus deberes hasta en los más mínimos de­talles; al fin y al cabo, la perfección suele radicar en los detalles.

Cuando cumplas con tu deber, piensa que la perfec­ción del mismo radica en cada uno de los detalles que el mismo presenta.

Y para ello, no te fijes en los demás; no cumplas como los demás; no hagas las cosas porque los demás las hacen.

Cada uno tiene su propia personalidad, su propia conciencia, su propia responsabilidad.

Aunque todos a tu alrededor falten y caigan, eso nunca podrá justificar una sola caída tuya.

El que los demás lo hagan, no puede justificar que tú tam­bién lo hagas.

Ellos podrán tener razones; tú no las tienes.

Tanto la virtud como el pecado son cosas muy per­sonales.

Que cada día seas más fiel a tu conciencia.

“Porque ya es hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe… Revestios más bien del Señor Je­sucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rom, 13, 11-14).

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